¡El fútbol del compromiso! por Javier Yepes
Va por la cuarta temporada de mi segunda vida futbolística como entrenador aficionado y la gente de Oncecontraonce me propone un comentario para el inicio de la misma. Quizás lo mejor de todo ello sea, que de nuevo la maquina futbolística echa a andar… pero seguro que amén de simplista me quedo corto.
En estas tres temporadas vengo observando, y así lo he escrito en El Norte de Castilla, que este es el fútbol de la ausencia de compromiso en líneas generales y del excesivo en casos muy particulares.
Este fútbol aficionado provincial y local, incluso el regional en bastantes casos, está carente del compromiso generalizado en jugadores y entidades al tiempo que sobrecargado de obligaciones en unos pocos que son los que le sostienen.
Con notables excepciones que son las que dan lustre, las otras “obligaciones” sociales de los chavales se anteponen de manera lamentable a la verdadera obligación que supone la palabra dada al colectivo de amigos que portan la camiseta con el escudo del club y que responden al nombre del mismo y en la mayoría de los casos al municipio.
Por el contrario, observo como en la mayoría de los casos uno o dos personas, no muchas más se lo aseguro, son las que cargan a sus espaldas todo el peso del club. Y todo ello, sin las ayudas generosas que las entidades bancarias locales antaño prestaban. Es el fútbol de muchos gestionado por unos pocos

Nacho Hernández Cifuentes

Nacho HERNÁNDEZ CIFUENTES es uno de los árbitros vallisoletanos en activo con más antigüedad en el colectivo (22 años en activo) y por tanto gran conocedor del fútbol base de esta ciudad.
Tras pasar por todas las categorías del fútbol provincial en los años donde los partidos no discurrían con la misma armonía que hoy en día logro el ascenso a Segunda División B en el año 2008 y milito en la misma durante cuatro temporadas, además de otros nueve años en tercera división nacional.
Actualmente sigo dirigiendo encuentros en Primera División Provincial de Aficionado así como en otros encuentros del fútbol base de nuestra ciudad, disfruto cada partido, del reencuentro con jugadores, oficiales y por supuesto de mis compañeros.
Estoy encantado de seguir en activo, el arbitraje es un estilo de vida y aunque la temporada es larga lo parece aún mas el parón veraniego que hace que todos estemos deseando que se inicien las competiciones.
El colectivo arbitral ha sido siempre una gran familia donde han primado valores tan importantes como el esfuerzo, superación, respeto, deportividad, solidaridad pero sobre todo compañerismo entre todos sus miembros.
Quizás de todos estos años mis mejores recuerdos son para aquellos cursos de formación de nuevos árbitros que realice durante varias temporadas, ahora muchos de ellos ya en categorías nacional y territorial aún me recuerdan lo bien que se lo pasaron y toda la ilusión que les transmití, desconocen que son ellos los que me transmiten fuerza y ganas de continuar cuando les veo progresar así como a los asistentes que llevo a mis partidos, a todos ellos muchas gracias y espero VERNOS EN LOS CAMPOS.
El principio de todo

ELOY DE LA PISA
Jefe de deportes del Norte de Castilla
¿Alguna vez te has preguntado que pasaría si no existiera el fútbol aficionado? ¿Te has cuestionado en alguna ocasión si Messi, o Ronaldo, o Romario o Pelé o Di Stéfano habrían existido como futbolistas si no hubiera habido alguien que les permitiera correr y jugar sobre un campo de fútbol? ¿Habría Maradona tenido la técnica que tuvo si no hubiera empezado jugando sobre campos llenos de piedras? Especular con lo que fue y pudo no haber sido suele ser un ejercicio fútil, pero en muchas ocasiones no da la medida de algunas de las cosas. Y este es el caso.
El fútbol aficionado, denostado, invisibilizado, despreciado, es el elemento que permite que luego se llene estadios y que 22 tipos detrás de una pelota se haya convertido en un negocio que atrae la mirada de muchos de los hombres más ricos y poderosos del planeta.
Reflexionaba hace cosa de seis meses Javier Yepes sobre la falta de compromiso que detectaba en muchos jugadores del fútbol provincial. Era una reflexión acertada, porque venía a exponer que con el cambio de usos y costumbres de la sociedad, el futbolista ya solo pensaba en términos de compensación por el esfuerzo, de obtener mayores rendimientos con menos trabajos. Exactamente lo contrario de lo que fue toda la vida, cuando el jugador lo hacía por probarse a sí mismo como persona, para evaluar su capacidad de superación, para comprobar si podía mejorar. Y para divertirse, claro.
Ahora ya no. Ahora en el fútbol de barro y tierra -mutado al fútbol de césped artificial lo que tampoco es malo-, se ven poses y actitudes extraídas de la televisión y de los egos inabarcables de tantos futbolistas. La pérdida del sentido de equipo es el principio del fin del fútbol como deporte, y fuera de los profesionales que no siempre lo tienen, debía ser la Piedra filosofal sobre la que se asentara el balompié aficionado.
Quedan reductos, claro. Esos equipos hechos de amigos, formados por entrenadores que solo buscan pasar un buen rato y ganar partidos de la manera más noble posible. Porque si no ganas, no hay diversión. Y el fútbol aficionado, en esencia, es igual que el que se juega en los grandes estadios.
El fútbol provincial en Valladolid no pasa por sus mejores momentos. Quizá sea hasta natural. Mucho trabajo y mucho esfuerzo con poca recompense. Pero, afortunadamente, en esas capas del balompié patrio aún hay muchos jugadores, presidentes, técnicos y aficionados que no sueñan con descubrir al nuevo Messi, sino que sueñan con marcar el gol que dé el triunfo, o con dar a su pueblo la satisfacción de ver su nombre en letras de molde. Ellos son los que mantienen el espíritu del fútbol, el que luego empuja a los mejores al Olimpo. Porque sin ellos, sin los más humildes pero más comprometidos, sin los que entrenan por orgullo y juegan por pasión, esto del fútbol no sería nada.